La época castreña
Castro de Cotomil, en Sofán, en el lugar de la Plaza
Las tierras de Carballo estuvieron densamente pobladas ya en la época castreña, que abarca alrededor de 1.000 años, desde el VII antes de Cristo hasta el III después de Cristo, ya tras la llegada de los romanos. De eso nos dejan constancia los castros, antiguas aldeas de la época fortificadas como medida de protección.
En territorio carballés hay catalogados más de veinte castros y se sabe de la existencia de varios más. Casi no hay parroquia carballesa sin un verde castro. Tenemos, de hecho, más castros que parroquias en el término municipal.
Existe alrededor de los castros abundante mitología: desde leyendas de mouros hasta gallinas con polluelos de oro que desaparecen si los quieres atrapar.
Algunos de ellos, curiosamente, aún siguen estando poblados por los carballeses y carballesas actuales que asentaron en estos lugares sus viviendas. Tal es el caso de Santa Irene do Castrillón, en Lema, que además es un hermoso mirador natural, o del lugar de A Torre, en Sísamo, donde está situado el Pazo do Souto.
Los castros carballeses están sin excavar. Aún así, en algunos de ellos fueron encontrados utensilios de nuestros antepasados, como restos de cerámica, tégulas romanas, molinos o incluso una espada de antenas que posiblemente había sido encontrada en el castro de Sofán que se encuentra próximo a la iglesia parroquial.
En alguna de estas viejas aldeas aún se puede apreciar su sistema defensivo. Los castros mejor conservados son los de Cances, O Rodo, Oza, Vilela, Constenla, Ribeira, Coto do Castro, Ouxas, Guntián y Aldemunde.
Existe alrededor de los castros abundante mitología: desde leyendas de "mouros" hasta gallinas con polluelos de oro que desaparecen si los quieres atrapar, o vigas de oro o de alquitrán, como acontece con los castros de Aldemunde; de O Rodo, en Oza, o de A Torrevella, en Noicela.