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Calzándonos para la vida desde los años cuarenta

Calzados Mariño creó a su alrededor toda una saga de zapateros, de la que salieron varias zapaterías que aún hoy en día tienen las puertas abiertas en Carballo.

Pioneros do comercio carballés

Calzados Mariño, al fondo, en una fotografía del pasado

Calzados Mariño, al fondo, en una fotografía del pasado

La vida es un camino, no siempre fácil. A veces, nos sentimos cómo niños con zapatos nuevos. Otras, parece que no paran de entrarnos piedras en los zapatos. En todo caso, para andarla, hacen falta siempre ganas, una buena sonrisa y, sobre todo, unos zapatos a medida. En la zapatería Mariño saben bien de eso. No sólo porque llevan calzándonos desde los años cuarenta del siglo pasado sino porque, entre zapatos, vieron pasar la vida. Entre ellos crecieron, jugaron, se enamoraron, y criaron a sus hijos e hijas, ahora  a esa nietecilla de dos años que recibe como un torbellino a la intrusa que hará de periodista nada más entrar por la puerta.

José Mariño Rabuñal, el fundador, se instaló en Carballo, en la plaza de Galicia, en 1940. Fue uno de esos pioneros del comercio carballés que, en tiempos tan tempestivos como los de la posguerra española y la segunda guerra mundial, supieron montar sus negocios con pilares tan firmes que hasta perduran en la actualidad. Era aquel un Carballo de tiempos grises y mujeres enlutadas en el que  no todo el mundo podía permitirse tener unos zapatos. En las aldeas, hasta bien entrados los años sesenta, los zuecos eran el día a día en caminos que eran congostras, y los zapatos, con suerte, quedaban para los domingos y días de guardar.

Saga de zapateros

El fundador, José Mariño, son su hija Sabina (años 50)

El fundador, José Mariño, son su hija Sabina (años 50)

Mariño Rabuñal era de Berdillo. Ya allí hacía zapatos, en la casa, que después vendía por las ferias: desde Leioloio o Buño hasta Santa Comba o Bembibre. Había aprendido el oficio de otra familia de artesanos de la parroquia, los Serrano, de la que saldría el último "zoqueiro" de Carballo, José López Rama, que hasta hay bien poco tuvo tienda abierta en la calle Molino.

La zapatería Mariño se instaló en su emplazamiento actual, en la calle Coruña, en el año 1944. Hasta entrados los años cincuenta, tuvieron no sólo comercio, sino también taller, con aprendices, oficiales y maestros. De ahí saldría toda una saga de zapateros, e incluso algún peletero.

Una de las hijas, Sabina, la que más había trabajado con el padre en el negocio familiar (él en el taller y ella atendiendo al público) se casó con uno de los zapateros que allí aprendió y abrieron su propia tienda, la actual Calzados Mira. Otra, Estrella, abriría la zapatería infantil Estrella, que aún hoy en día tiene las puertas abiertas en la calle Coruña, al lado de zapatería Mariño. Y otro hijo, Ignacio, que había aprendido el oficio de zapatero, terminó emigrando e instalándose en Montevideo, y a punto estuvo de continuar allá la saga familiar. De hecho, para allá se llevó las herramientas del zapatero, pero al final optó por abandonar el oficio.

Zapatos que enamoran

José Mariño y su hija Sabina (años 50)

José Mariño y su hija Sabina (años 50)

O máis pequeno dos fillos, Enrique Mariño, tamén coñecido como Quico Balay, foi o que seguiu a cargo da tenda familiar. Non aprendeu do pai o oficio de zapateiro, porque o seu, dinos, era máis ben o comercio. Xa a finais dos 80, abrirían, de feito, outra tenda nova na vila, na rúa Camiño Novo.

Del negocio familiar se encarga hoy en día su mujer, Celsa Lorenzo. A sus 57 años, Celsa lleva ya más de cuarenta trabajando en la tienda. Entró con tan sólo quince, a ayudar en los días de feria, y terminaría casándose con el más pequeño de la familia Mariño. Algo deben tener esos zapatos porque una vez más, al igual que había sucedido con Sabina, otro hermano se volvió a enamorar entre ellos.

Si entras en la tienda de la zapatería Mariño, en la calle Coruña, no te será difícil recrearla décadas atrás. La casa es una de las pocas de la época, en el pueblo, que se mantiene intacta. En el interior, conservan los mismas estanterías y el mismo mostrador de los primeros tiempos. Y, si ponemos algo de imaginación, quizás aún podamos escuchar el trasiego del taller zapatero en el que, medio siglo atrás, trabajaban alrededor de una docena de personas donde ahora es la trastienda.

Cuando la clientela se hereda

Calzados Mariño, en la actualidad

Calzados Mariño, en la actualidad

Le pedimos a Celsa que navegue en los recuerdos, en las anécdotas. Con una sonrisa recuerda como, hasta no hace tanto, la gente no compraba el calzado por el número, sino que le llevaba un palo con la medida del pie, desde el talón hasta el dedo gordo. A veces, nos dice, llegaban con varios palos, si querían comprar zapatos para varias personas de la familia. Tiempos atrás, señala Celsa, no había tanta variedad. La gente compraba un par de veces al año, para el invierno y para el verano, y los colores del calzado se limitaban al marrón y al negro.

De la mano de los recuerdos de Celsa aún nos podemos imaginar el tacto de esos zapatos de piel de tafilete que, nos cuenta, tan bien hacía su suegro. Ahora, aunque ya no hacen zapatos, en la tienda se mantiene ese gusto y esa apuesta por el buen calzado. Será por eso por lo que conservan clientela de toda la vida, incluso hijos e hijas de gente que ya le compraba al viejo zapatero Mariño. Porque, en Carballo, en los comercios de toda la vida, hasta la clientela se hereda.


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